Por Ezio Costa, Director Ejecutivo en ONG FIMA
Cumplidas varias semanas de toma en los terrenos de la Bahía de Quintero, donde se quiere construir el proyecto de desalación «Aguas Pacífico», vale la pena preguntarse por la manera en que se ha gestado este conflicto, el que podría ser una muestra de una nueva lógica de conflictos ambientales relacionados con la transición ecológica.
La transición ecológica es el fenómeno de modificación de los sistemas sociales, a propósito de las modificaciones ambientales. Vale decir, es la forma en que los sistemas sociales se adaptan a la nueva realidad ambiental e intentan morigerar sus efectos negativos. Con la crisis climática y ecológica ya generando perturbaciones y proyectando mayores alteraciones en el futuro próximo, es inevitable que tengamos que vivir este proceso de transición. Se usa también el término «transición» para dar cuenta del proceso para salir de una economía basada en combustibles fósiles y los cambios sociales y económicos que los distintos sectores deben implementar.
Mientras que a estas alturas la existencia de esta transición ya no depende de nosotros, lo que sí depende es, por una parte, la profundidad de ella y, por otra, la forma en que la transitamos. A grandes rasgos, por un lado la mitigación y por otro la adaptación, tanto a la crisis como a las propias medidas de mitigación, entre las que se podrían contar proyectos como la desaladora en cuestión.
Las medidas que se tomen en esta transición pueden ser de corte muy diferente y entre dichas diferencias estará la mayor o menor preocupación que exista por variables de justicia a la hora de implementar medidas. Una transición que no considere estas variables será mucho más difícil de implementar y ello significará aumentar los costos sociales, ambientales y económicos para la misma.
¿Cuáles son esas variables? Las dimensiones de la justicia ambiental. Vale decir: la distribución de cargas y beneficios entre quienes habitamos actualmente el planeta y las las generaciones futuras; la participación ciudadana; y la reparación ambiental. Todo esto es de crucial importancia para entender lo que sucede en Quintero, una zona llamada «de sacrificio», precisamente por las inadecuadas cargas ambientales que sus habitantes han tenido que soportar en las últimas décadas.
Planteándose la transición solo como una sustitución de industrias, sin mirar las variables de justicia antes mencionada, nos encontraremos precisamente con conflictos como los que hoy vive el proyecto de desalación. Mientras Quintero intenta transitar hacia una nueva realidad ambiental mediante el cierre de la Fundición Ventanas y de las termoeléctricas, al mismo tiempo se genera una nueva industria, supuestamente necesaria para adaptarnos a la realidad ambiental actual, pero que podría tener considerables impactos ambientales y produce una legítima desconfianza en los habitantes del lugar.
Regular las formas en que haremos frente a la transición ecológica, para que en ese proceso se proteja el medio ambiente, la salud de las personas y el empleo, aparece como un desafío actual ineludible, mientras que la demora en mirar la realidad y ponernos de acuerdo en torno a esto, será probablemente muy costosa. El caso de la desaladora es una de las primeras señales y es necesario observarla en su profundidad.
Columna publicada en Cooperativa – 01/08/23