
- Por Ezio Costa, Director Ejecutivo de ONG FIMA
Empieza la tercera fase del proceso constituyente chileno y el péndulo de las opciones ideológicas se mueve sobre nuestras cabezas, amenazando con dejarnos nuevamente en un estado de bloqueo donde la deliberación pública no termine por dar solución a nuestros problemas institucionales.
Mientras la primera fase (2016-2018) fue frustrada desde arriba, la segunda fase (2021-2022) terminó con un rechazo popular orquestado por sectores desde el centro hacia la derecha quienes, entre otras cosas, consideraron que sus visiones del mundo quedaban excluidas.
Algo similar a lo que sucedió entre octubre 2019 y comienzos de 2020, con otra parte muy importante de la sociedad que sintió como la desigualdad y los abusos eran contrarios a la posibilidad de vivir con dignidad. Millones salieron a marchar y cacerolear, votaron para que existiera una nueva Constitución y que ella fuera generada por un órgano mayormente ciudadano.
En esta nueva fase, y de solo observar la manera en que se ha planteado, ya es posible saber que un porcentaje de la derecha, sobre todo sus manifestaciones extremistas, votará en contra de la propuesta. Lamentablemente en ese sector aún hay pleitesía por el legado de la dictadura y se le defiende con religiosidad. En la izquierda, si bien la oportunidad de terminar con ese legado será un incentivo a aprobar, quienes se posicionan de manera más extrema o anti-institucional también rechazarán lo que sea que se les presente.
El camino que tendrán que recorrer los constituyentes será muy estrecho para lograr que se apruebe un nuevo texto. Se deberán balancear las opciones y preocupaciones del 38% que quería aprobar la propuesta constitucional en 2022, con las de ese porcentaje desconocido de personas que rechazaron, pero que quieren ver otro proyecto que sí los represente. Cualquier exceso, pero también cualquier bloqueo muy relevante hacia un lado y otro, puede desequilibrar la propuesta y amenazar su viabilidad. En el peor de los casos, un eventual nuevo rechazo puede empoderar a las fuerzas populistas y profundizar la crisis social e institucional del país, cuestión que bien saben quienes quieren que así suceda y que no escatimarán esfuerzos para lograrlo. Detener el péndulo y posicionarse en el plano de la igualdad, con miradas de largo plazo, será esencial en esta tarea.
Columna publicada en La Segunda – 10/03/23