Por Jocelyn Cunliffe Korp
Eran tiempos antiguos, remotos, cuando aún ni el tiempo existía. Solo existía el eco de una gran sinfonía, majestuosa y sublime, donde cada melodía encendía colores infinitos. Y el sonido calaba en cada molécula de esta existencia retumbando todas ellas al unísono, levantando al dios Sol.
Y él posó su luz…
Y así todo comenzó.
Los colores se refractaron multiplicando la resonancia y es cuando surgió la vida de la Madre Tierra. Ese pulso profundo remeció el polvo que dio origen a las bacterias en la calidez de esa oscura humedad tan compleja y palpitante como el universo mismo.
Luego el oxígeno hizo su arte…
Y si los colores del sonido pueden compararse con la perfección que se devino, entonces es aquí donde acaban las palabras y se desata lo indescriptible.